Al frente del Teatro Nacional, el café más famoso de Praga es un símbolo de la ciudad entera, de su agitada historia, de su abundante vida intelectual, de su manera de vivir y de cómo los checos piensan y se ven a sí mismos.
Aquí, por el precio de un café, tenemos plazas de primera con una excelente vista. Los grandes ventanales nos ofrecen una panorámica del Castillo de Praga, los cálidos colores de los techos de Malá Strana, el puente Carlos, el Moldava, el Teatro Nacional... Casi que olvidamos dónde estamos e ignoramos la decoración funcionalista del lugar, donde resaltan los ornamentos murales art déco, discretamente elegantes. El personal lo recibirá vestido de frac, a la antigua, al igual que el guardarropas. Aquí todo sigue las tradiciones.
Este café se inauguró en 1884, justo un poco después que el Teatro Nacional y a todo el frente, al cual debe agradecer un poco su existencia. La audiencia lo visita antes de las representaciones o en los intermedios; los artistas, después de los espectáculos. Al igual que el teatro, este café rápidamente se convirtió en un símbolo del renacimiento nacional checo del siglo XIX. Por eso mismo es que orgullosamente lleva el nombre de Slavia, la mítica madre de todos los eslavos.
Los artistas e intelectuales nunca abandonaron este lugar, incluso bajo la negra sombra de la normalización comunista. Entre los clientes más asiduos e ilustres encontramos a los poetas Jiří Kolář y Jaroslav Seifert, el pintor simbolista Jan Zrzavý, los actores y dramaturgos como Václav Havel, entre otros.