Una puerta simbólica para la ciudad de Praga y un recuerdo de la Belle Époque...
El puente Čechův, de estilo Secesión (equivalente al Art Nouveau para Europa Central), data de los primerísimos años del siglo XX. Su estructura de hierro evoca el lado industrial de los edificios de la época, pero los ornamentos aluden claramente a las moradas de la clase pudiente y a los grandes almacenes suntuosos de la época. Su forma recuerda además al puente Alexandre III de París, que por entonces fue uno de los grandes símbolos de la Exposición Universal de 1900. Se trata no solo de un tesoro arquitectónico de la Secesión vienesa, sino también de un testigo sin igual del auge de Praga durante la Belle Époque.
El puente Čechův fue tendido a propósito como prolongación de una vía principal, la calle Pařížská, que cruza un barrio privilegiado surgido en el asentamiento del antiguo gueto judío. El puente desemboca al pie de la colina de Letná, pero según los planos de su arquitecto, Jan Koula, debía quedar prolongado por un foso que cruzara la colina y contar con una puerta monumental, de modo que la calle y el puente fuesen la mayor avenida de toda la capital checa. De hecho, puede verse una característica de este proyecto: el puente se eleva ligeramente hacia la avenida inexistente que iba a excavarse en la colina de Letná.
El puente debía tener también otra función: debía servir de puerta simbólica para la ciudad, como lo indican sus ornamentos. Al salir de la ciudad, los viajeros son despedidos por unos portadores de antorchas, que les desean buen viaje en las aguas agitadas del Moldava. Al llegar a la ciudad, los barcos son recibidos por una hidra de seis cabezas, destinada a proteger la ciudad de forasteros inoportunos.