La Plaza de la Ciudad Vieja (Staroměstské náměstí) es el corazón mismo de Praga. Está situada en pleno centro de la Ciudad Vieja y todas las calles aledañas convergen hacia ella como una red de capilares. Aquí han tenido lugar muchos acontecimientos fundamentales en la Historia de los países checos y esta plaza ha vibrado a menudo al ritmo de los grandes hitos históricos. En la Edad Media, fue precisamente aquí donde se decidió el destino del país cuando el trono quedó vacante. También en esta plaza fueron ejecutados en 1621 veintisiete nobles checos que se habían alzado contra el poder imperial de los Austrias; en 1918 una multitud jubilosa abatió la columna mariana barroca, símbolo de la monarquía que había desaparecido, para celebrar el nacimiento de la República Checoslovaca. Por último, fue aquí también donde terminó, al menos simbólicamente, esta misma república democrática cuando el secretario del Partido Comunista Klement Gottwald anunció con solemnidad desde el balcón del palacio Kinský, el 25 de febrero de 1948, la victoria del pueblo proletario y, por consiguiente, el inicio de un régimen totalitario que iba a durar más de 40 años.
No por ello la historia de la plaza es menos apasionante y refleja fielmente las esperanzas y las ambiciones de cada época. Su creación, como encrucijada de caminos, está vinculada al surgimiento mismo de la ciudad de Praga. Su aspecto se fue conformando progresivamente: las casas románicas conservadas hasta hoy son la prueba de que adquirió sus dimensiones actuales el siglo XII a más tardar. El lado sur de la plaza está cerrado por unas magníficas mansiones familiares, que nos recuerdan el auge de la ciudad en los siglos XIII y XIV. Y sus fachadas ricamente ornadas en estilo renacentista, barroco y clásico nos demuestran que durante los siglos siguientes los burgueses de Praga no habían perdido nada de su riqueza ni de su orgullo.
El lado este de la plaza está dominado por la monumental fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn. Esta iglesia, a menudo llamada la “catedral” de la Ciudad Vieja, fue también símbolo de las divergencias religiosas que iban a llevar a la ciudad al borde de una guerra de religión local en el siglo XV. El nicho en el que hoy se alza una estatua de la Virgen María albergaba originalmente un inmenso cáliz, símbolo del movimiento husita. Un conflicto religioso similar surgió en la plaza a principios del siglo XX, cuando se erigió enfrente de la columna mariana, con cierto afán de provocación, una estatua del predicador Jan Hus, mártir quemado por los católicos.
Por su lado norte, la plaza ofrece un rostro muy distinto. Aquí toma aires de gran metrópolis, gracias a la demolición del gueto judío a finales del siglo XIX y a la construcción, en su lugar, de un barrio moderno, cuya vía central es la calle Pařížská (calle de París), la cual abre sin miramientos el espacio hasta entonces cerrado de la plaza. Según los planos de los arquitectos, esta avenida iba a continuar hasta la plaza Wenceslao. Esta calle encuentra su equilibrio hoy en día con la zona dejada libre por la destrucción del ala neogótica del ayuntamiento, durante la liberación de Praga en mayo de 1945. Estos dos acontecimientos cambiaron radicalmente el aspecto de la plaza, que se ha convertido en un impresionante testigo de la historia agitada de la ciudad a lo largo de los siglos.
Por desgracia, el aspecto actual de la plaza sufre la gran influencia de su éxito turístico. No obstante, quedan varios sitios que bien se merecen una visita: el ayuntamiento de la Ciudad Vieja, cuyo campanario ofrece unas vistas incomparables sobre Praga, y las dos iglesias de la plaza: Nuestra Señora de Týn, de estilo gótico, y San Nicolás, de estilo barroco. Son también interesantes las exposiciones del Palacio Kinský, hoy en día propiedad de la Galería Nacional.