Un lugar de resistencia espontánea contra el régimen comunista...
Entre los monumentos de Praga, el muro Lennon ocupa un lugar privilegiado. Sin embargo, no se trata de un monumento proyectado a propósito ni de un lugar de memoria oficial: surgió espontáneamente, con sus grafitis, frente al palacio Buquoy, sede de la embajada francesa. En aquel entonces constituyó un islote inesperado de libertad de expresión, en esa época atemporal que fue el final del régimen comunista.
Las primeras pintadas se produeron después de 1968, cuando toda Praga se cubrió de eslóganes denunciando la ocupación soviética. En los años 70, se trató de grafitis para apoyar al célebre actor Jan Werich, al que las autoridades prohibieron ejercer su profesión. El mes de diciembre de 1980 es decisivo: el muro se convirtió entonces en un monumento a la memoria de John Lennon, asesinado entonces. La fecha de su muerte, el 8 de diciembre, se convirtió en una concentración oficiosa que con el tiempo tornó en manifestación contra el régimen. La represión no tuvo ningún efecto, al igual que la violencia policial durante las manifestaciones o el repintado periódico del muro con pintura verde. Los mensajes de paz, amor y libertad volvían a florecer con más brío y el muro adquirió una notoriedad no oficial cada vez mayor.
Desde 1989, el muro Lennon se ha convertido en lugar principal para la memoria de la lucha contra el régimen totalitario. Por desgracia, su popularidad hizo de él lo que es hoy: una atracción turística que no es ni la sombra de lo que fue, un auténtico santuario dedicado al amor y a la libertad. A pesar de ello, bien se merece una visita. Pocos son los lugares en los que se pueden sentir con tanta fuerza los acontecimientos históricos que contribuyeron a la desaparición del régimen comunista y a traer a los checos su ansiada libertad.