En la orilla derecha del Moldava, en el tranquilo barrio de Troja, los apasionados por la naturaleza encontrarán varios lugares que les encantarán. Entre los más turísticos, no podemos dejar de mencionar el Zoo de Praga. Pero si lo que buscamos es más bien la tranquilidad y si queremos evitar las hordas de visitantes, lo mejor es que nos encaminemos hacia el Jardín Botánico de Praga, situado en las inmediaciones.
El vasto espacio cubierto por el jardín botánico se extiende por un sitio natural original, el cerro de Troja. Está dividido en tres partes distintas. La mayor de ellas está constituida por colecciones de exterior, que reúnen a más de 10 000 especies de flores y de plantas. Gracias a estas colecciones, podemos descubrir la flora de regiones tan diversas como los bosques de Escandinavia, el litoral mediterráneo, la estepa o las zonas semidesérticas. La parte más atractiva del jardín es, sin duda, el jardín japonés, en el que se organizan periódicamente exposiciones de bonsáis.
Las cerca de 5 000 especies florales restantes, esencialmente termófilas, se encuentran en invernaderos. El mayor de ellos, llamado Fata morgana (espejismo), constituye por sí solo una parte independiente del Jardín Botánico, con sus 1 750 m² de superficie. En él encontramos, sobre todo, plantas tropicales y subtropicales. A lo largo del año aquí acuden numerosos visitantes para admirar las orquídeas, bromelias y anthuriums.
Por último, la parte del Jardín Botánico de Praga, que no podemos perdernos por nada del mundo, es el lugar protegido del viñedo de Santa Clara, fundado en el siglo XIII. Además, buenas noticias para los amantes del vino: ¡se sigue cultivando la vid! Así pues, podemos degustar su producción en una bodega local, la Vinotéka sv. Kláry, situada en la casa del viñedo.
Tanto si visitamos el Jardín en primavera como en verano, durante la temporada de las vendimias o en los meses de invierno, el Jardín Botánico de Praga tendrá siempre algo mágico que ofrecernos.