Hradčany, también llamado “Hradschin” en alemán, es un barrio antiguo de Praga, admirable por su arquitectura, tan armoniosa como contrastada. Su destino ha estado durante mucho tiempo vinculado al del Castillo de Praga, del cual es su entorno y su zócalo. El trazado irregular de las calles de Hradčany evoca los caminos que antaño conducían desde el Castillo a las otras fortalezas de los alrededores. Desde el principio habitaron aquí personas relacionadas con el funcionamiento del Castillo.
Al contrario que en la Ciudad Vieja o que en Malá Strana, las casas aquí edificadas son más bien modestas, formando a veces conjuntos increíblemente pintorescos, como las callejuelas que rodean Nový Svět (el Nuevo Mundo), perfectamente conservadas. Sin embargo, la proximidad inmediata del Castillo atrajo inevitablemente a la nobleza, la cual erigió aquí suntuosos palacios a partir del siglo XVI, especialmente en la plaza Hradčanské y la calle principal que asciende suavemente hasta el Monasterio de Strahov.
A diferencia de los barrios antiguos situados al pie del Castillo, el barrio de Hradčany ha tenido la suerte de evitar las demoliciones masivas de la época moderna, de modo que la personalidad tan particular del lugar, con sus inmensos palacios y sus pintorescas casitas ha quedado intacta hasta hoy en día.
Principales monumentos:
El periodo más antiguo de Hradčany es visible gracias a los vestigios de la iglesia del Monasterio de Strahov, que es uno de los monasterios más impresionantes de Praga. El Renacimiento y el auge característico del reinado de Rodolfo II están bien representados por el palacio Schwarzenberg, el cual alberga actualmente las colecciones de arte barroco de la Galería Nacional.
Sin embargo, el periodo que ha marcado con más fuerza el aspecto de Hradčany es el Barroco, con los grandes palacios que flanquean la plaza Hradčanské (palacio Štenberg, palacio Thun y palacio del arzobispo) y los de la parte superior de Hradčany, donde algunos le hacen la competencia con sus vistas al Castillo mismo, como el palacio Černín.
La atmósfera de piedad ferviente que caracteriza el barroco es aún tangible en el recinto excepcional de Nuestra Señora de Loreto, edificado entre principios del siglo XVII y principios del XVIII.
Por último, la biblioteca de Strahov, cuyo fresco monumental es un himno al desarrollo espiritual de la humanidad representa bien el contradictorio periodo de las Luces.