La Ciudad Nueva de Praga fue fundada en 1348. Se trata de la mayor ciudad gótica de Europa fundada en este periodo. El emperador Carlos IV decidió darle toda la grandeza de una metrópolis, con amplias plazas y calles rectilíneas que podríamos considerar, exagerando un poco, las primeras avenidas de Europa.
La parte baja de la Ciudad Nueva, que se extiende alrededor de la gran plaza Wenceslao, era originalmente el lugar de los comerciantes y por ello se adosó naturalmente a la rica Ciudad Vieja. En cuanto a la parte alta de la Ciudad Nueva, cuyo centro era la actual plaza de Carlos, su papel era ser el corazón espiritual de la ciudad, tomando como principio de inspiración la ciudad ideal de la “Jerusalén celeste”.
El carácter de la Ciudad Nueva debe mucho a su red de iglesias góticas fundadas por Carlos IV. La mayoría de ellas se han conservado hasta hoy, de modo que es posible observar su posición particular en el tejido urbano, que anticipa en gran medida la manera en que, posteriormente, la arquitectura barroca se inscribió en el paisaje. Durante los siglos siguientes, se sumó una gran cantidad de edificios renacentistas y barrocos a la Ciudad Nueva, acentuando con delicadeza en muchos casos su estructura gótica excepcional.
En la primera mitad del siglo XIX, se podía definir aun la Ciudad Nueva como un barrio residencial tranquilo y caracterizado en especial por sus edificios antiguos, sus palacios y sus vastos jardines, que ocupan una gran parte del barrio. Pero a partir del siglo XIX, esta imagen evoluciona rápidamente y la Ciudad Nueva vuelve a ser un gran centro de desarrollo urbano. La composición grandiosa y visionaria de la ciudad gótica original permite de este modo la construcción de edificios públicos, de inmuebles y grandes almacenes, propios de una metrópolis moderna, especialmente en torno a la plaza Wenceslao, a principios del siglo XX. Fueron precisamente estos edificios los que hicieron de la plaza Wenceslao el corazón de Praga, desde la primera mitad del siglo XX. Un corazón que bate hoy al rimo de la vida moderna en todos sus aspectos: cines, grandes almacenes y cafés que contribuyen de este modo a crear una atmósfera única de la cual percibimos aun hoy los ecos cuando nos paseamos en el laberinto de pasajes del barrio. Gracias a este papel histórico particular, la plaza Wenceslao se ha convertido en un manual apasionante de arquitectura moderna a cielo abierto, desde los comienzos de la Secesión vienesa hasta el Funcionalismo refinado de los años 20 y 30, pasando por el Art Déco y el Cubismo.
La parte alta de la Ciudad Nueva, en cambio, ha conservado todo su carácter histórico y nos transporta imaginariamente al periodo de su fundación por Carlos IV. Precisamente aquí es donde podemos percibir mejor toda la grandeza del proyecto gótico de la Ciudad Nueva, al igual que toda su dimensión espiritual, tan original como impresionante e igual de tangible transcurridos más de siete siglos desde su fundación.
Principales monumentos:
Entre los monumentos góticos, cabe citar el ayuntamiento de la Ciudad Nueva, cuyo campanario ofrece unas excelentes vistas de las calles y plazas rectilíneas, el claustro de Emaús, donde se conservan unos frescos góticos extraordinarios, sin olvidarse de las iglesias de la parte alta de la Ciudad Nueva, destacando Nuestra Señora y Carlomagno, cuya planta se inspira en la capilla de Carlomagno en Aquisgrán.
El periodo barroco enriqueció la Ciudad Nueva con impresionantes iglesias (San Juan Nepomuceno de la Roca, palacios (palacio Sylva-Tarouca), mansiones familiares (casa Faust) y residencias del extrarradio que nos recuerdan con un toque de nostalgia sus inmensos jardines de antaño (villa Amerika).
El auge de Praga en el siglo XIX queda patente gracias a una serie de edificios públicos, como el Teatro Nacional y el Museo Nacional. Entre la multitud de edificios erigidos durante la primera mitad del siglo XX, citemos los grandes almacenes ya citados y situados en las inmediaciones de la plaza Wenceslao, destacando el palacio Lucerna, que fue el templo de la vida social durante todo el siglo XX. En cuanto a los edificios modernos, es admirable la Casa Danzante, que fue el símbolo de la libertad recuperada en los años 90.